martes, 5 de mayo de 2009

INVOCACIÓN

No importa donde recitemos el intimo conjuro,
en el calor milenario y
etereo de una noche quieta o
Bajo el sol eremita de un mediodía frio y triste, o quizas
Disolviendo el grito en el origen de la lluvia, siempre
Sera un hombre el que entone los invictos sacrilegios.

En el centro imposible de la existencia crujen instantes,
Momentos perfectos como la arquitectura del relampago
Como la creación de la palabra y del desasosiego.
Y en este sencillo intervalo de crisantemos y de ausencias y
Con esta sustancia cansada comienza la ancestral ceremonia.
Alaridos de una deslumbrante luz negra en el bosque,
Canticos malditos resonando libres entre los arboles,
El fuego danza salvaje en el centro sombrio del claro.
Mueve la lechuza sus esplendorosos ojos cambiantes,
En el aire, la ceniza y el humo, estructuran las tinieblas,
dialogan con el musculo incierto de la sombra.

Latido que perfumas de dolor las fronteras interiores,
Responde a mi impaciencia de ver arder los horizontes,
De poder rozar los oasis invictos de agua limpia y absoluta,
y respirar único el aire que sueñe en mi su transparencia.

Flor que mueres en mis manos otorgame tu belleza
Cristaliza las primeras luces del alba en mis dedos,
Y extiende un silencio luminoso por el sendero secreto
Para conceder tiempo al animal transfigurado,
para frenar la infinita caida del heroe hacia el abismo.

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