ESPADA
Héroe imposible en los ecos del hierro y la ceniza.
Un cuervo viejo gime frío en las blancas ruinas,
cuando caminamos por el asombro de la piel rota
del espejo. Bajo el oficio primitivo de la lluvia
luz hueca irradiando un raro desgastar de realidades.
El fulgor de la espada habita en mi silencio,
como tigres hambrientos corren por la hierba
que sola baila ausente y verde en la memoria.
Existo, ahora en el laberinto y en mi laten sus gritos,
¿Dime si es cierto el designio de mis paisajes?
Nosotros ya estuvimos, sucedimos en este lugar.
yo ya recogí la espada bajo himnos olvidados
camine senderos y horizontes incomprensibles.
Ardieron intimos los archipiélagos de la noche
cuando caí como un sol vencido hasta el barro.
Es tan exacta la imperfección del instante como
la sincronía del aullido con el dulce arpegio:
arráncate la mirada y desdibuja el horizonte,
concibiendo la carrera enloquecida del hombre,
el delirante imaginario de nuestra especie.
Fui organizando la geografía erronea del destierro
aprendiendo la ciencia delicada que observa la tristeza,
para arrojar la espada a las aguas inmoviles del abismo.
Entonces conocí la preciosa anomalía del trayecto,
La extrañeza que reside inconsolable en el aliento.
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