viernes, 8 de mayo de 2009
EN CUATRO MOVIMIENTOS
Movimiento I
EL COMIENZO DEL CÁNTICO
Un narciso flotando inverso en el agua delicada,
lento y suave musgo creciendo entre las ruinas
de la ermita, una brisa envuelve los verdes robles.
Bajo el sol, nosotros, playas, nubes y crisantemos,
formamos parte de una hostil elegía; bajo el sol,
la luz soñaba limpia y tierna sobre la hierba.
Nada y todo: recuerdos trepando como enredaderas,
despertando en la floración estéril de
azules cielos inmaculados,
el aroma de almendras frescas flotando en la pradera.
Música inventada para silencios,
latidos como armonía etérea que se fractura.
Soñamos las sombras del agua para escribir
la grafía de la lluvia en la altura de los árboles,
en el río que nos lleva hasta la orilla del mar.
Esta sugerente evocación y pesadumbre
de una niñez proscrita y olvidada, donde vamos
despojando el instante pasado de cualquier magia,
es como el navegante que concibe en sueños su naufragio,
que descubre en las mareas las razones de la luna.
Frente al movimiento enfermo de los espejos y
su desnudo e inexorable avance, construiremos
la arquitectura estéril del imposible inmediato;
un translúcido horizonte de fatídica desolación.
Se han hundido ya todos los esquifes que inventamos,
la música de sirenas se perdió por latitudes anómalas
por las esquinas dulces de una cartografía de la nostalgia,
entre las nubes deshilachadas de una tarde de verano
en la que el viento apaga los gritos de los niños y la lluvia.
Movimiento II
LA ESPERA DEL ARPEGIO
Sucede el tiempo detrás de los cristales
fingiendo tacto de lluvia en superficie de nadie;
en mitad de la tormenta todo vuela sin sentido.
El arte delicado que nos susurra este invierno,
la ciencia sencilla de la brisa y el árbol desnudo
interioriza en nosotros los invictos ciclos lunares,
la entelequia de una sustancia mágica que observa
insatisfecha la obscena arquitectura de lo existido.
Se desarrolla el momento de desconocida incógnita,
con un ritmo de silencios que regala la trama,
la confabulación primera que forjamos los hombres,
como un ensueño en nuestra cartografía íntima
cuando la noche era perfecta en su música silente.
En la altura insostenible de los sueños desiertos,
cuando resplandece insólita y dulce la ilusión
somos ángeles rotos que juegan a herir su vacío,
con el reflejo frágil de una luz sin equilibrio.
Jamás y siempre se extinguen detrás del viento
inventando gigantes de agua que pierden la risa
de los niños, que dibujan en la luna su tristeza.
Con el sigilo de un arpegio sumergido, cumplimos
con la ceremonia cotidiana de caminar perdidos
y desandar el sutil camino circular e inconcluso.
Nómadas de nosotros mismos, funambulistas
torpes de los íntimos abismos transparentes.
Movimiento III
ANTÍFONAS DEL DESCONCIERTO
Heraldos de ámbar entonan aciagos el sacrilegio,
antífonas a la luz desierta de un cristal de luna.
En los insoslayables bordes de esa discordancia
ahogada en los bosques de bruma, dividiste en dos,
compartiste conmigo, la amargura dulce de tu tiempo.
Recuerda: los pasos no contienen la senda,
no existe látigo transparente que nos guíe
como invisible rumbo de estrellas y latidos.
Un ábside informe frecuentaba tu sombra,
con el discurso de una extraña arquitectura,
obscena caligrafía de las llamas, que herían
como el amanecer el rostro puro de los niños de nieve.
No seas ese astro gastado e imperfecto
que regala su fatiga, su incertidumbre marchita
para como un reguero de luz manchada por el cielo
ir cayendo a soñar silencios junto al barro,
a murmurarme los secretos de un sol extraviado.
En la perplejidad plateada de esta aurora,
se escucha el himno triste de una alondra solitaria
cuando hundes las manos en el polvo ceniciento
descubriendo que es en ti donde te vences.
Movimiento IV
RETÓRICA DE CREPÚSCULO
Acaricio con mi fiel desesperanza
los extendidos cabellos de la lluvia,
la intangible forma de sus razones.
Bajo su tacto, crezco soñando una
crisálida impura, un cáliz quimérico,
cánticos de un conjuro inexistente,
las medidas elementales de la salvación.
Alimento el silencio con los ingredientes
del desasosiego, la sustancia irrevocable,
el náufrago temblor en los ciclos solares.
Se originan los profundos ecos interiores,
en la obstinación estéril de ser hombre,
en el invencible fanatismo de entender,
de alcanzar, de rozar lo incomprensible.
Alzo la mano intentando atrapar la indefinida
forma del agua, líquida grafía del destino,
prisma de instantes en grácil movimiento.
Se escapa, huye; álgebra maldito de las épocas,
fugándose, sin mí, por el homicida sendero,
por la geometría inacabada de la memoria del tiempo.
Vacíos crepúsculos despliegan su retórica.
Voces de ónix en la urdimbre de la noche que llega
donde las sombras se embriagarán de mi tristeza.
Nada ocurre en los torbellinos de la realidad
en la herencia errática del desconcierto,
solamente, sublime; el imperioso grito y la lluvia.
martes, 5 de mayo de 2009
Es un espacio personal de Lur Sotuela Elorriaga, un lugar situado en la zozobra y el vaiven por el que surca mi negro bajel de guerra. Un lugar donde plasmar, sin ni siquiera tener la certeza de dejar costancia, sin querer mas que permitir, a mis pasiones, mis obsesiones, mis convicciones tengan un lugar donde vivir, crecer, copular, desarrollarse, y al fin al cabo ser desetimadas y olvidadas para ser remplazadas por unas nuevas.
Preparados para vuestro naufragio.
Lur
No importa donde recitemos el intimo conjuro,
en el calor milenario y
etereo de una noche quieta o
Bajo el sol eremita de un mediodía frio y triste, o quizas
Disolviendo el grito en el origen de la lluvia, siempre
Sera un hombre el que entone los invictos sacrilegios.
En el centro imposible de la existencia crujen instantes,
Momentos perfectos como la arquitectura del relampago
Como la creación de la palabra y del desasosiego.
Y en este sencillo intervalo de crisantemos y de ausencias y
Con esta sustancia cansada comienza la ancestral ceremonia.
Alaridos de una deslumbrante luz negra en el bosque,
Canticos malditos resonando libres entre los arboles,
El fuego danza salvaje en el centro sombrio del claro.
Mueve la lechuza sus esplendorosos ojos cambiantes,
En el aire, la ceniza y el humo, estructuran las tinieblas,
dialogan con el musculo incierto de la sombra.
Latido que perfumas de dolor las fronteras interiores,
Responde a mi impaciencia de ver arder los horizontes,
De poder rozar los oasis invictos de agua limpia y absoluta,
y respirar único el aire que sueñe en mi su transparencia.
Flor que mueres en mis manos otorgame tu belleza
Cristaliza las primeras luces del alba en mis dedos,
Y extiende un silencio luminoso por el sendero secreto
Para conceder tiempo al animal transfigurado,
para frenar la infinita caida del heroe hacia el abismo.
Espada
ESPADA
Héroe imposible en los ecos del hierro y la ceniza.
Un cuervo viejo gime frío en las blancas ruinas,
cuando caminamos por el asombro de la piel rota
del espejo. Bajo el oficio primitivo de la lluvia
luz hueca irradiando un raro desgastar de realidades.
El fulgor de la espada habita en mi silencio,
como tigres hambrientos corren por la hierba
que sola baila ausente y verde en la memoria.
Existo, ahora en el laberinto y en mi laten sus gritos,
¿Dime si es cierto el designio de mis paisajes?
Nosotros ya estuvimos, sucedimos en este lugar.
yo ya recogí la espada bajo himnos olvidados
camine senderos y horizontes incomprensibles.
Ardieron intimos los archipiélagos de la noche
cuando caí como un sol vencido hasta el barro.
Es tan exacta la imperfección del instante como
la sincronía del aullido con el dulce arpegio:
arráncate la mirada y desdibuja el horizonte,
concibiendo la carrera enloquecida del hombre,
el delirante imaginario de nuestra especie.
Fui organizando la geografía erronea del destierro
aprendiendo la ciencia delicada que observa la tristeza,
para arrojar la espada a las aguas inmoviles del abismo.
Entonces conocí la preciosa anomalía del trayecto,
La extrañeza que reside inconsolable en el aliento.